rehabilitación y kine

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jueves, 5 de junio de 2014

Estimulación Temprana: Susurro, ritmos y sincronías en la relación madre-bebé

Los autores psicoanalíticos coinciden en la necesidad absoluta e imprescindible de la presencia del otro para lograr la unidad y síntesis de la imagen corporal. Observamos como las diferentes conceptualizaciones coinciden en que el nuevo ser se desarrolla en el cuerpo a cuerpo con la madre –y otros- en un juego de acciones recíprocas.

Desde que nace el bebé –proceso originario- es que comenzarán a transformar los signos de la vida somática en signos de la vida psíquica y esta actividad persistirá a lo largo de toda su existencia. Para que la vida se preserve, es necesario que el entorno pueda satisfacer las necesidades del cuerpo. La madre protege a su bebé, lo que incluye el cuidado de su cuerpo. El infante comenzará a aceptar su cuerpo como parte de su propio ser, y a sentir que el propio ser habita el cuerpo y lo penetra en todas sus partes.  El infante al nacer es como “una panza unida a un tórax, tiene miembros flojos, y en particular, una cabeza floja: todas estas partes son reunidas por la madre que ampara al niño y en las manos de ella se suman en unidad indispensable para la integración yoica (del yo), base de la coordinación y la gracia del cuerpo, y del placer que se deriva de la actividad corporal” (Winnicott).

Cada sujeto irá construyendo a través de las diferentes excitaciones una organización progresiva y peculiar de representaciones, a través de experiencias de placer y dolor. Se desencadenarán entonces excitaciones que serán tramitadas para algunos a través de comportamientos motores sensoriales ligados o no al trabajo mental; para otros, en cambio, se descargarán directamente a través de los aparatos somáticos. Esta construcción dependerá del grado en que la madre pueda acompañar afectivamente a su hijo (con exceso, carencia o insuficiencia de excitaciones), de la constitución de la familia, o que existan insuficiencias congénitas o accidentales tanto de la madre o del bebé que dificulten o impidan el despliegue de las funciones sensorio-motoras del niño, es decir, el funcionamiento perceptivo, base de las representaciones. Miradas, tacto, sostén, proximidad física durante el baño, la alimentación y otras interacciones, irán estableciendo una ligazón psicológica. Las conductas que promueven el apego, mediante el cual el niño establecerá y mantendrá un sentido de seguridad, que a su vez apuntalará la futura separación con su madre y la exploración cognitiva de su entorno.



Cada vez que el sistema nervioso central logra un nivel de maestría, busca un tipo de homeostasis hasta que el sistema nervioso lo presiona y enfrenta el próximo nivel. La maduración del sistema nervioso, acompañado por el aumento en la diferenciación de las destrezas, conduzca al infante a reorganizar los sistemas de control en cada paso. Ajusta, reajuste, también enfrentados por los padres. El bebé aprende de la comunicación así como la diferenciación y los padres, a su vez, con ellos.

La madre es para el niño parte de un sistema de retroalimentación de sus propias acciones y su búsqueda apunta a la sincronía afectiva con ella.

Nace un bebé y se inicia la historia de su cuerpo, que depende de la de los vínculos familiares en los que está inserto. El cuerpo del bebé envuelto en un baño sonoro, que irá estableciendo continuidad al quedar entrelazados y marcados por la transmisión de los sistemas de valores e ideales de la cultura y la familia.
El balanceo como primera actividad rítmica musical permite al bebé experimentar la continuidad del sentimiento de existir, dada su semejanza con el ritmo cardiaco, binario. Los ritmos musicales y los de nuestro cuerpo se aproximan y enlazan en sincronías, posibilitando el tránsito entre lo interno y lo externo.
La sincronía es un elemento que se da en las secuencias de la interacción temprana, en la que el adulto debe adaptarse al comportamiento y  a los ritmos del bebé.

Las sincronías nos hacen pensar que durante los primeros meses de vida del niño, madre e hijo buscan hacer coincidir sus ritmos mediante miradas, vocalizaciones y movimientos. De este modo alcanzan una situación de acoplamiento que es placentera para ambos.
El estrecho vínculo que une a la madre con el niño permite que ambos conozcan el ritmo, tiempo y secuencia de los movimientos del otro. Hay un elemento organizador, en el comportamiento de ambos, con sus expectativas.

Tomada empíricamente, la sincronía es un prerrequisito esencial para establecer un apego seguro. La regularidad y la cantidad de segmentos sincronizados pueden servir para caracterizar la calidad de las interacciones. La sensibilidad materna puede ser descrita como un componente de la sincronía, la capacidad de la madre para responder apropiadamente a la situación y a lo que el bebé comunica.

Los episodios sincrónicos seguidos de reconocimiento social, contribuyen a la formación de los patrones de apego seguro, mientras que la no sincronía aparece más como un tono negativo de experiencia de interacción que puede ser percibido como intrusión o inconsistencia en la interacción.


Entonces pensamos, que como forma de promover y facilitar estos procesos, las madres tienen sus recursos naturales como son las canciones y cuentos, entre otros. Música, melodías, canto como parte de ese nuevo tiempo, en que aparece la espera, ayudando al nuevo ser a hacerla más tolerable. Espacio de ilusión, espacio transicional, en el terreno de la creatividad.

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